Para los amantes de los datos inutiles

jueves, 25 de agosto de 2005

Más detalles sobre mi futura casa y su adquisición

Todavía no tengo fotos de nuestra nueva casa porque todo ha sido muy rápido. Como ya dije en su día, no pensábamos seguir buscando alojamiento hasta que María terminase sus exámenes pero el lunes pasado, cuando ella volvía andando de su primer exámen, pasó por una calle cerca de nuestra casa de ahora en la que vió dos carteles de A LOUER/TE HUUR. Esa misma tarde llamamos para enterarnos un poco más de todo y decidimos quedar el martes para verlo. La verdad es que nos encantó. El dueño (en realidad el hijo del dueño) era un marroquí de Tanger supersimpático que nos dio mucha confianza desde el principio, justamente lo contrario que el capullín. La casa era increible: un gran salon con dos ventanas enormes, una de ellas con una miniterraza de un palmo (es decir, lo justo para sentarte en el marco y sacar las piernas); la cocina unida al salón pero separada por una barra americana; un cuarto lleno de armarios, con una gran ventana y un enorme espejo forrando una de las paredes; el baño, con otra ventana, bañera, dos lavamanos... ¡Tenía todo lo que buscábamos!

Nos fuimos a casa con el gusanillo de haber encontrado lo que buscábamos y esa noche meditamos los pros y los contras. Los pros: la casa en su totalidad, el casero, la proximidad de una lavandería... Los contras: nos alejábamos un poco del centro y del super (pero no mucho). Al final no tardamos en volver a llamar para concertar otra cita. Al día siguiente a las 8 (pese a que María tenía hoy un examen) estábamos otra vez con Mohammed en el apartamento. Lo primero que hicimos fue ir al baño para comprobar que tenía bater porque con la emoción del primer día no nos habíamos fijado en ese importante detalle (siempre hay alguna cosa que se te olvida mirar, aunque sea tan evidente). Una vez localizado el inodoro (que si que estaba, todo nuevecito, por cierto), nos dispusimos a firmar el contrato. Nada tenía que ver con el complicado precontrato de ocho páginas que nos envió el capullín para quitarnos las ganas de mudarnos a la anterior casa. Se limitaba a dos páginas y Mohammed nos explicó todo lo que no entendíamos, con la verdad por delante en todo momento, lo cual se agradeció muchísimo (¡por fin un poco de seriedad!).

Cuando acabamos nos enseñó un poco el resto del edificio (están montando una guardería en el rez-de-chausse, es decir en el bajo, y además tenemos una enorme cave, o lo que es lo mismo trastero) y, pese a no haber pagado aún la garantía, nos dió un juego de llaves para que empezásemos a ir llenando la casa. ¡Nuestra casita, qué bien! En ese momento ya estábamos los dos totalmente emocionados, quizás yo más que María. ¡Qué gente más simpática! Después de las pasadas experiencias, ya no nos esperábamos esto.

Y por cierto, se me olvida comentar otra cosa, relativa a los muebles con los que vamos a llenar nuestra casita. Toni, un chico catalán que vive en el barrio de Saint Gilles (aquí cerca) pero que el viernes se va a Barcelona, nos ha regalado su moviliario al completo y ayer me ayudó a hacer la mudanza (o más bien la premundanza, ya que ahora nos toca trasladarlo todo a la nueva casa). En tres viajes en su C3 conseguimos traer lo siguiente: un sofa-cama plegable, un armario desmontable, una mesa, 3 sillas, un espejo, dos lámparas de pie, un colchón y un somier, sartenes, ollas, platos, vasos, cubiertos... Además el viernes, antes de irse se va a pasar a traernos el colchón del sofa-cama (el pobre tenía que dormir en algún sitio las dos noches restantes) y un perchero. ¡Qué joya de hombre!

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