Harto y asado me fui hacia el Metrgo (aunque por el camino paré a comer en un restaurante indio que hay en la calle de Marta y Pepe) (¡a la 1:30! ¡ya me estoy volviendo europeo!). No me apetecía hacer transbordos así que decidí ir mejor a la Ille de la Cité(que es donde está la catedral de Notre Dame) y luego de allí ya vería. Al salir del calorazo del Metrgo me acordé de Maru, mi ex-vecina de la calle Jumilla, y la mandé un mensaje para ver si quedábamos a tomar algo.
Ella me respondió minutos después, cuando yo entraba horrorizado en la plaza de Notre Dame. Yo había estado hacía años pero no estaba preparado para tanto guiri junto. No cabía ni un alfiler. Así que la llamada de Maruxa fue providencial y me hizo cambiar de planes. Quedamos en la plaza de las pirámides del Louvre y me llevó en busca de un bar con Happy Hour (es lo que se lleva aquí, que el alcohol está muy caro). Allí pasamos unas horitas hablando de París, de Bruselas de María y de todo un poco en general y luego nos fuimos a tomar un kebab (yo de mergez, que es como la chistorra pero apta para musulmanes). Poco después, mientras buscábamos otro bar, se nos unió Pepe y volvimos al bar donde me llevó el primer día, a tomar más cervezas y más martinis, y al rato llegó también Marta (directamente de casa de Mickey) y nos fuimos todos cenar a un restaurante que se llama Au chien qui fume (El perro que fuma), lleno de esculturas de escayola de perros (de los cuales no fumaba ninguno, por cierto). Yo me he tomado una bandejita de marisquitos que hacía tiempo que me apetecía. No es España (aunque los mejillones venían de ahí) pero güeno, tampoco iba a discriminar. Eso si, las ostras estaban de rechupete. Mañana Marta tiene fiesta así que hemos quedado con Maru para comer en un japo al lado de su casa. ¡Ya os contaré que tal!

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