1: LA FARRA
¡Qué bien me lo he vuelto a pasar en París! Y esta vez con María, que no había estado allí desde que tenía 7 años. Como ya dije en un post anterior, el domingo teníamos pensado pasarnos por varios sitios y fuimos a (casi) todos. Nos despertamos tarde, por no perder esa deliciosa costumbre parisina (al menos mia, cuando me alojo en Eugene Sue, 14) y, tras duchas y acicalamientos varios, cogimos el Montmartrobus (es decir, el autobús que sube el Montmartre) (se llama así, lo juro). Nos bajamos en el Sacre Coeur y, tras turistear un rato, cada oveja con su pareja, fuimos a comer con Antonio, un amigo de los Díaz Reig. No sin antes pasar por un a librería, a consumir un poco.
Tras la comida, María y yo nos separamos del grupo y cogimos la línea 6 de Metro, dirección Nation. Nuestro destino: Bir-Hakeim... la torre Eiffel. Cuando llegamos era ya de noche y nos la encontramos tal y como aparece en su página oficial. Dado que ya era un poco tarde no tuvimos que esperar mucha cola. Realmente mereció la pena ir a esa hora. Nunca la había visto de noche, con sus faros alumbrando los cuatro puntos cardinales y sus luces intermitentes. ¡Y encima nevó! Precioso. María y yo estábamos encantados. Subimos hasta arriba del todo e inspeccionamos Paris la nuit con los catalejos de a euro.
Cuando nos cansamos, volvimos a Montmartre. Nos tomamos unas birras por el barrio y luego fuimos a casa de los pariseños a ver el último capítulo emitido de Lost (el 13 de la 2ª temporada), que nos decepcionó un poco, todo sea dicho. María salía al día siguiente a las 5 de la mañana, ya que el lunes curraba así que esa noche tocó acostarse pronto. Pero había sido un día intenso y muy divertido.
2: EL TAJO
Aunque la entrevista en Euronews propiamente dicha era el martes, el lunes ya lo considero como parte del curro ya que tenía que llegar a Lyon. Pepe y yo fuimos a comer a Chez Chen con Maru y luego se nos unió Marta. Después fuimos a ver la casa de Maru, más por hacer tiempo que por otra cosa, y a las 6 salimos para chez Diaz Reig, para coger mis bultos, ya que a las 7 salía mi tren. "¿A las 7? Uuuuyy, vamos un poco justos" dijo Marta. Tuvimos suerte y entramos en el vagón del metro según se cerraban las puertas. Y entonces empezaron las calamidades. En la siguiente parada, poco después de dejar el andén, el tren se paró (cosa bastante frecuente en París, según me informan). Estuvimos unos diez minutos esperando y, cuando por fin volvimos a andar y llegamos a la siguiente parada, una voz en francés nos informó que los bomberos iban a hacer su aparición por lo que, en vez de esperar para verlos, salimos a todo correr a la superficie.
Cogimos un taxi que nos llevó a toda la velocidad que le permitían los semáforos en rojo (los taxistas de París tienen la costumbre de pararse en seco al ponerse el disco en ambar, al contrario que los madrileños, que aceleran) hasta la casita pariseña. Yo bajé como un rayo, fui a por mi mochila y volví sin pisar el suelo. Marta y Pepe ya habían informado al taxista de nuestra prisa y hay que reconocer que el tío se lo tomó en serio. Pepe iba agarrado tan fuerte a la puerta que creo que dejó las marcas de los dedos. Cuando por fin llegamos a las inmediaciones de la Gare de Lyon, tras toparnos con los conductores más lentos de entre los parisinos, con un camión de limpieza de las aceras (mira que París esta guarra, pero justo ese día había llovido... yo no lo entiendo) y con los mencionados semáforos en ambar, íbamos muy justitos pero aún había una posibilidad. El taxista, en un momento de inspiración, hizo una pirula de las gordas para ahorrar tiempo... y entonces nos bloqueó un atasco con dos autobuses involucrados.
Al final llegué a y diez pero no hubo que llorar porque me cambiaron el billete para una hora después. Eso si, me monté en el tren con escasos 3 euros y con la duda de si podría sacar en el cajero. Dos horas después llegué a la estación de Lyon - Perrache (pronunciese perash), donde me esperaba Dani, al que no veía desde que estuve en la India (que nos vemos en los sitios más insospechados). Me acompañó a un cajero y yo confirmé mis sospechas: ¡no me dejaban sacar dineros! Por suerte, Dani se ofreció a prestarme dinero y, tras estar un rato en su casa, me dirigí en taxi a Ecully, donde se encuentran los headquarters de Euronews. Cuando llegué al hotel Campaniles, mis llaves me estaban esperando y la cuenta ya estaba pagada. Esa noche no podía dormir, nerviosito por la entrevista del día siguiente.
Cuando me desperté me fui directo a la redacción de Euronews y llegué más pronto de lo que debía. La mujer con la que había hablado, Beatriz, me enseñó a usar los ordenadores y me explicó un poco el funcionamiento interno. También conocí a otros de los periodistas y, para mi sorpresa, a uno le conocía de la facultad. Tenía un poco de miedito por tener que montar las noticias, ya que hace años que no edito nada en video, pero resultó que esa parte la hace un editor y los periodistas sólo tienen que redactar la noticia, cada uno en su idioma (se trabaja en 7 lenguas), y locutarla después. Eso me tranquilizó bastante aunque todavía me acojonaba un poco la parte de locutar, que nunca se me ha dado muy bien. Durante la carrera, un profesor de radio me dijo que tenía una voz "monótona y aburrida". Y yo le creí.
Mi prueba"> consistió en intentar seguir el ritmo de los otros periodistas. El proceso es el siguiente: 1) ir a una sala de montaje a que te muestren, junto a los otros periodistas de otras lenguas, el video montado y te expliquen que es lo que aparece, mientras tu apuntas los códigos de tiempo de cada escena; 2) recoger y estudiar un taquillo de teletipos relacionados; 3) redactar una noticia ajustando lo que hablas con lo que aparece en pantalla (¡pero sin tener el video a mano, sólo las notas que has tomado antes!); y 4) locutarlo. ¡¡Puuufff!!
La primera que me tocó fue sobre el juicio a Sadam. Aún estaba intentando hacerme con el infernal sistema de ordenador y me retrasé un poco. Cuando acabé creo que los demás ya habían hecho otra noticia más pero no me llegué a enterar porque me fui con Ana, una periodista, a comer. Tras la comida tuve que hacer dos noticias más. Me retrasé un poco con la primera (las centrales nucleares en Irán) y, para cuando empecé el segundo (el aniversario del asesinato de Rafic Hariri), los demás ya estaban acabándola. Musho stress...
Beatriz vino a ver como me había quedado la última noticia y me dijo que, aunque estaba bien escrita, me faltaba mucha práctica locutando. Me dijo que eso se solucionaba trabajando pero que la decisión de cogerme o no no dependía de ella y que tampoco quería darme falsas esperanzas ya que aún debía verlo un jefecillo. No era lo peor que podía haberme dicho pero tampoco era para tirar cohetes. Considerando mis dotes locutadoras, era todo un elogio (¡o más!). Así que me dijo que fuera practicando leyendo periódicos en alto y que, en cuanto ella supiese algo, me llamaría.
Y de nuevo, pero en la otra dirección: taxi hasta la estación de Lyon, tren TGV hasta París, metro hasta la Gare du Nord, tren THALYS y, ya en Bruselas, tranvía con María hasta casita.
¡Vaya fin de semana!
Para los amantes de los datos inutiles
jueves, 16 de febrero de 2006
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