Tras una semana de visita en Madrid (aún me suena raro decirlo), he vuelto a casa. Quizás para recibirme e irme acostumbrando hoy hace un frío de pelotas. Además al llegar al curro, en vez de abroncarme por llegar tarde (es genético) la directora se ha sorprendido porque pensaba que llegaba mañana. Así que no tengo nada preparado para hacer. Me podía haber quedado en casita, durmiendo.
La verdad es que la semana en Madrid ha sido muy cansina. No he parado de hacer cosas y encima no he tenido tiempo de ver a casi nadie ni de ver lo suficiente a los que si que he visto. Aparte de visitar a familiares y algunos amigos, me he dedicado a hacer recadillos. Me refiero a esos recados que no te apetece hacer nunca… pues todos de golpe: renovarme el DNI, ir a sacarme la tarjeta de la Seguridad Social Europea, pedir mi título de Periodismo y hacer la compra de ropa del año (gracias, mamá, gracias a ti no me he congelado hoy). Además había algunos “extras”, como vaciar mi cuarto de Madrid (es decir, meter tooodas mis cosas en cajas para que mis progenitores las lleven a la otra casa y puedan expandirse en su casita) y conocer a los padres de María (y que ella conociese a los mios).
Creo que no había comentado que María también fue a Madrid un día después que yo. Como tenía que hacer un curso de formación para su nuevo curro, firmar el contrato y recibir un portátil (ya podían darme uno a mi en la revista, jejeje), le pagaron un viaje a España (¡viva Deloitte! ). Llegó un día después que yo y, en teoría, se iba a un día antes pero finalmente le aplazaron el billete hasta el viernes. Y yo aquí solito en Bruselas. Currando, encima (bueno, hoy no mucho, ya leéis lo que estoy haciendo). Pero a lo que iba, el domingo pasado fue un día de encuentros familiares. Para comer los padres de María nos invitaron al asador Frontón y nos pusimos finitos de Córdoba. Para rematar esa noche los invitantes fueron mis padres que me concedieron mi deseo de mariscada en Portobello. No he podido hacer mucho en este viaje pero por lo menos ya nos hemos quitado la espinita de los padres del otro.
Estaba cagado de que el padre de María fuera un ex-agente del CSID, en plan Robert De Niro, y que me hiciese un aparte de esos que luego no se lo puedes contar a nadie porque no te creerían. Pero hubo suerte y es normal. Una preocupación menos
Para los amantes de los datos inutiles
miércoles, 21 de septiembre de 2005
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