Periplo a Londres, 1 (San Patricio, el Borough Market, el Ojo y algunas fiestas)

Llegamos a Londres en pleno Saint Patrick's Day, por lo que celebramos el Día de Irlanda como no puede ser de otra forma: con una Guiness en el bar más cercano a la casa de Lieven, nuestro anfitrión. El resto de la noche fue un poco frustrante ya que lo pasamos peregrinando de bar en bar, a la busca y captura de unos amigos de Lieven. En principio parece un buen plan, pero el problema fue que cada vez que llegábamos a un bar nuevo (cada uno en un extremo diferente del centro de Londres: Borough, al sureste, Liverpool Street, noreste, y Notting Hill Gate, oeste) nos cerraban en las narices, no dándonos tiempo a tomarnos ni una mísera pinta. Y, para más inri, cada bar estaba en una punta de Londres y hacía un frio de pelotas. Para redondear la jugada, perdimos el último metro directo y nos tocó hacer transbordo y esperar unos 20 minutos al autobus. No he mencionado que Londres es una ciudad increiblemente cara, como muchos ya sabreis. Cada viaje en autobus cuesta 1'50 £ y en metro, 3 £, y no se te permite, como en Bruselas, hacer transbordos de un bus o el metro a otro bus durante la siguiente hora. Yo no se como se desplazan los londinenses. Deben ir andando a todos lados porque el abono de transporte, SOLO de trenes, cuesta 216 € mensuales. Pero volvamos a mi viaje: la noche era fría e inóspita. Nuestro bolsillo se había visto vaciado inconmensurablemente (dos buses y un metro tenían la culpa) y nuestro gaznate llevaba horas sin probar el brevaje de lúpulo y cebada que nos había llevado a Inglaterra porque en el país de los holligans los bares cierran a horas insospechadamente prontías. Por suerte, terminamos encontrando a los amigos de Lieven, justo cuando salían de un bar que estaba cerrando (¡como no!), y acabamos en casa de uno de ellos. ¡Qué odisea!

Al día siguiente dormimos como campeones y fuimos andando a comer/desayunar/merendar al Borough Market, un mercado de comida maravilloso. Comimos unas deliciosas hamburguesas y de postre nos pimplamos un capuchino con brownie y todo. Después hicimos un poco de compra ya que esa noche íbamos a ir a un botellón/barbacoa y había que aprovisionarse. Cargados hasta los topes de carne, verduras y complementos (entre los que había algo de cerveza belga) nos fuimos a lo que yo llamo el Ojo de Londres y los londinenses conocen como London Eye. Teníamos una reserva para las 6 pero había que estar media hora antes. Pese a que llegamos a las 5:30 en punto nos tocó esperar una hora de cola de, según calculé a ojo de buen cubero, unas 1000 personas. Por suerte la cosa iba rápida: unas treinta personas por cabina, unas 30 cabinas, unos 30 minutos por viaje... igual a "solo" una hora de espera. La noria la opera British Airways y son un poco flipados: al viaje le llaman flight y tienes que pasar por un detector de metales antes de entrar, donde te confiscan tijeritas y otras "armas" que puedas usar para secuestrar el "vuelo". No vaya a ser que saques un cortaplumas y grites: "Cambio de planes: nos vamos a Teherán. ¡O mejor, contra el Big Ben!". Tras el "vuelo", que mereció la pena aunque no tanto como para repetir (costaba más de 11 £, nos fuimos corriendo a la barbacoa. Estuvo bien pero a las 12:30, cuando la cerveza comenzaba a escasear, María y yo decidimos irnos con una española y un estadounidense que conociamos, dejando a Lieven con sus compañeros de clase. En principio nos íbamos a casa, pero como ya no había más buses directos nos cogimos con ellos un minicab, es decir, un taxi ilegal y barato, y nos liaron para ir a una fiesta "al lado" de nuestra casa. Por suerte la fiesta estaba muy bien y había cerveza gratis a mansalva. Era el cumpleaños de una de las anfitrionas y había piñata y todo. Nos lo pasamos teta pero no nos imaginamos que a las 2:30 Lieven nos llamaría para decirnos que ya estaba en casa (nos había dado la llave). Tuvimos que coger otro minicab y en media hora estabamos allí. ¡Uupps!

Esto se alarga así que lo terminaré en otro post.