Esta semana no he escrito nada porque soy un vaguete (entre otras cosas igual de agradables) y, para más inri, teníamos otra visita. En esta ocasión los afortunados, digo los invitados, fueron el Jipi y Mairea, abajo retratados.
Llegaron la noche del sábado 3 de diciembre y trayendo jamón y lomo, entre otras valiosas y escasas provisiones. Hay que decir que fueron una visita mucho más exigente que la anterior. Durante la semana los acompañé a Maastrich, Gante y Brujas mientres la pobre María madrugaba y trabajaba. Bruselas no la vimos hasta el viernes pero hay que decir que eso es porque somos unas personas muy caseras :)
El domingo nos pasamos el día en casa, hablando, viendo la tele y, para terminar la semana, jugando al mus hasta las 4 de la mañana. Al día siguiente fuimos a Maastricht pero ya podeis imaginar que más bien tarde. A las 3 cogimos un tren de camino a Eupen, que paraba en Lieja, donde debíamos hacer un transbordo para pasar la frontera con Holanda. Lo malo es que de lo del transbordo no nos enteramos hasta llegar a Eupen (y de casualidad, todo sea dícho). Parecía que nunca íbamos a llegar y, para añadir un poco más de incertidumbre al asunto, al entrar en el segundo tren (¡por fin!) Mairea no tenía ni pasaporte ni DNI ni na da ná. Tuvimos suerte y el policia de aduanas nos dejó pasar sin problemas. Cuando por fin llegamos a la ciudad, encontramos un coffee shop y nos sentamos, habían pasado más de cuatro horas desde que dejamos Bruselas y ya era noche cerrada. De todas maneras pudimos recorrer un poco la ciudad o, más bien, los alrededores de la estación de tren. Aún así, pese al frío punzante, nos lo pasamos muy bien.
Al día siguiente teníamos pensado ir a visitar Bruselas pero nos pudo la modorra y dedicamos el día a reposar. Esa noche, cuando María salió del curro, salimos los cuatro a tomar unas cervecitas en el Café Belga y a cenar un durum. Esta vez era Mairea la que iba a preguntar todo porque era la que necesitaba aprender francés. Poco a poco yo he ido practicando y sin querer ya puedo comunicarme, con algunos problemas aún, eso si.
El miércoles fuimos a Gante y aprovechamos un poco más el día. Recorrimos la ciudad y pasé por lugares que recordaba vagamente (véase AQUÍ). Realmente no hicimos demasiado, simplemente andar mucho, sin rumbo ni objetivo fijos. Otra cosa fue la visita a Brujas, dos días después. Llegamos más pronto y nos alquilamos una bici en la estación de tren. Íbamos comos enanos con nuestras bicis, haciendo carreras y intentando tirarnos unos a otros. Yo casi me pierdo por el camino porque estaba hablando con María por el móvil y controlar ese mamotreto de alquiler con una mano era tarea imposible. En un pispás estábamos en la Grote Markt, donde había un mercadillo navideño con una pista de patinaje sobre hielo en medio. Conseguimos pitanza y una niebla espesa cubrió la plaza. Aprovechamos un poco más las vistas de la ciudad desde las bicis y volvimos a la estación de tren para regresar a Bruselas. Nos habíamos visto la ciudad en un tiempo récord pero al día siguiente Jipi y Mai se iban y era inconcebible que no hubiesen turisteado un poco por la ciudad que los acogió una semana.
[...] y aquí ha habido un lapsus de casi dos semanas (o de dos semanas y poco más, no me apetece mirar el calendario). Por acabar con esta historia rápidamente y sin dolor, diré que todo fue guay, muy divertido, muchas risas, etc, etc. Que vimos Bruselas y les gustó mucho el Niño Meón, aunque pensaron que la Niña Meona estaba marginada, escondida en un callejón, detrás de unas rejas. Y que el domingo, ya partidos nuestros visitantes, volví a Brujas, está vez con María y Diana (una chica gallega muy simpática). Nos volvimos a alquilar unas bicis y me lo volví a pasar teta yendo por los mismos lugares. Pero con María. Alegría, alegría.
Para los amantes de los datos inutiles
martes, 13 de diciembre de 2005
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